
Colaboración por: Alejandra Quijano Mateos
Estudió la carrera de Química Farmacéutico-Biológica en la Facultad de Química de la UNAM, realizó la tesis de licenciatura en el Instituto de Ecología y su trabajo participó en el XIII Congreso Nacional de Bioquímica y Biología Molecular de Plantas y 6° Simposium México-USA. Posteriormente, cursó la Maestría en Criminalística en el Instituto Nacional de Ciencias Penales. Tiene un Diplomado en Evaluación Educativa y cuenta con certificación por parte de la Secretaría Técnica del Consejo de Coordinación para la Implementación del Sistema de Justicia Penal (SETEC) para poder impartir cursos para capacitación de Peritos.
No podrás negar que un título como este es bastante astuto; si no te causó una ligera sensación de miedo, al menos te dio curiosidad para terminar de leer este párrafo. Es más, si mi creatividad diera para un título que apoyara alguna de tus convicciones políticas, me atrevería a apostar que en una de esas ni me lees antes de compartir la liga a este ensayo por todas tus redes sociales. Si estoy haciendo bien mi trabajo y ya te estás ardiendo por esta acusación, te reto a que termines de leer la siguiente reflexión antes de pensar en compartirme o no. Si no te quedó el saco, también te invito a seguir leyendo, siempre es agradable confirmar nuestros sesgos cognitivos.

Síntomas
Seguramente, como yo, estarás empezando a saturarte del tema del coronavirus y aunque hay que dar crédito a los ingeniosos memes que comparten los héroes anónimos del internet, no es difícil notar que a raíz de tanto bombardeo informativo empiecen a brotar casos de ansiedad, pánico (al menos en las compras), irritabilidad y hasta depresión. Estos malestares tienen muchas causas y no preten simplificar la seriedad de las afecciones mentales, pero por algún lado debo hilar mis ideas. Desde esta muy burda observación, se podría decir que no solo estamos viviendo la pandemia del SARS-CoV-2, sino una concurrencia con la pandemia de la desinformación. Esta “enfermedad” no es nueva, aunque ciertamente ha repuntado con el avance de los medios de comunicación, y ¿por qué? Pues porque tenemos miedo a lo desconocido y nos urge saber qué está pasando, y más importante ¿qué va a pasar? Uno pensaría que no tiene nada de malo querer estar informado, pero es necesario pensar en el efecto de las emociones sobre la toma de decisiones y consecuentemente la posibilidad de que la información con la que pretendemos mitigar la incertidumbre se vuelva un excipiente ideal para empujar agendas ideológicas.
Propagación
La pandemia del coronavirus, como muchos otros fenómenos naturales que nos preocupan día a día, representa un problema novedoso y complejo. Estamos frente a un virus “nuevo” porque los coronavirus se estudian desde hace más de una década, pero eso no implica que sepamos todo sobre el C19 ni mucho menos qué tanto va a mutar durante y después de la pandemia. El problema es complejo porque, aunque se descifre su código genético, tengamos fotos que demuestren cómo infecta a las células hospederas y hasta tengamos estimaciones de la velocidad de contagio, la información está viajando más rápido de lo que se genera el conocimiento científico con el rigor que normalmente se le exige.
Las ciencias naturales tienen sus paradigmas (aunque cambiantes) para aceptar un hecho sobre el mundo natural de acuerdo con los conocimientos previos y recursos con los que cuenta (dentro de su contexto político social también) y dentro de esa forma de hacer las cosas, se practica mucho la formulación y pruebas de hipótesis. Ahora, cuando un científico quiere comunicar sus hallazgos, lo que hace es enviar sus resultados a una revista indizada donde su trabajo es revisado por pares. Esto implica que no solo sus experimentos fueron aprobados por un comité científico y/o ético, sino que ahora sus resultados se revisan bajo el criterio de otros científicos del mundo. Este proceso es lento porque los científicos somos humanos, la experimentación hecha con metodología rigurosa toma tiempo, el proceso de revisión de artículos también está sujeto a otros humanos (y es cara), entre otras razones por las que la publicación de un resultado puede tomar varios meses en darse a conocer en el mundo científico. Este modelo no es exclusivo de las ciencias naturales; los científicos sociales también tienen metodologías exhaustivas para realizar sus estudios y también someten sus trabajos al enredado mundo de la publicación. Pero eso no es todo, hasta el periodismo exige de tiempo y metodología para recabar la información necesaria para comunicar una noticia con información confiable.
El COVID19 no sólo es un fenómeno de salud, su distribución y consecuencias también tienen efectos en otros sectores; de hecho, es fácil encontrar discusiones sobre los impactos económicos que podrían tener no sólo el tratamiento de la enfermedad sino las medidas de contención del contagio. La crisis que se está viviendo actualmente está empujando a la publicación precoz de mucha información parcial. Esta información a su vez se llega a utilizar para alimentar modelos predictivos donde el campo de la especulación es amplio. Mucha de la información que está circulando en los medios, más que resultados y evidencia contundente, son hipótesis parcialmente justificadas por experimentos incompletos. Se trata de información que llega a científicos y no-científicos y donde empieza la controversia.

Complicaciones
Hace un par de semanas un tuit del ministro de Sanidad de Francia indicó que el ibuprofeno podría ser un factor agravante de la infección, este comunicado estaba fundamentado en un artículo de la revista médica The Lancet. El comunicado de esta figura de autoridad rapidamente se convirtió en una cascada de mensajes de “expertos” en antiinflamatorios, limitación de ventas del fármaco y alarma entre muchos usuarios siguiendo las indicaciones de su médico. En respuesta a esta situación, varios comunicados de universidades, sociedades y asociaciones farmacéuticas mandaron mensajes contradictorios al respecto y la conclusión de todos fue: es necesario realizar más estudios para contar con la evidencia suficiente.
El problema es que un enunciado como “el contagio se lleva a cabo de manera exponencial aún en contención” se convierte en un titular al estilo “Eminencia de la epidemiología sostiene que el aislamiento es inútil”. No estoy diciendo que toda la información que nos llega es 100% falsa, lo que digo es que estamos propagando información que no se ha comprobado y esa información llega a gente que no entiende estos paradigmas ni tecnicismos y le puede dar una interpretación que puede generar pánico y acciones que pueden tener otras consecuencias económicas y sociales.
A mi parecer, lo más peligroso de la transmisión de esta información parcial o de dudosa calidad, es la interpretación que se le da y las decisiones a las que lleva.
Según el director ejecutivo de la OMS hay que ser muy cuidadosos con la idea de que este virus solo mata a la gante mayor. Aunque la gente joven es menos propensa a desarrollar una enfermedad grave, también hay un número significativo de jóvenes que han muerto. También hay muchas interpretaciones sobre lo que implica el famoso 80-15-5.
En teoría un 80% de la población infectada pasará la enfermedad asintomática, pero ese porcentaje no está escrito en piedra, hay que recordar que muchos de los casos graves y mortales se han presentado en pacientes con diabetes e hipertensión, por lo que no sería descabellado pensar que la población mexicana que tiene alta incidencia y prevalencia de estas afecciones pueda ser más vulnerable.
Por otro lado, alguien que entra en ese 80% asintomático no se realizará la prueba, pero es probable que contagie a más gente solo por las superficies que toca en su vida cotidiana y meta un gran margen de error en las cifras oficiales de casos positivos.

Tratamiento
Un problema complejo no tiene una solución sencilla. El título “pandemia” significa que ya no es posible trazar los casos al paciente de origen, es decir, es inútil pensar que el contagio se puede evitar. Seguramente también ya estamos saturados de memes que nos indican cómo lavarnos las manos e insistiendo en el distanciamiento social, aunque muchos discutan que el aislamiento es una exageración. El hecho de que las infecciones sean exponenciales, incluso en confinamiento, no significa que el distanciamiento social sea inútil ya que permite retrasar la velocidad de contagio y, por lo tanto, desatascar los hospitales, para evitar muertes por falta de atención. Esta urgencia de “aplanar la curva” es porque México tiene 2.4 médicos y cuenta con menos de un tercio del número de enfermeros/as y camas de hospital por cada 1000 habitantes que el promedio de la OCDE. Si lo que queremos evitar es que se debilite la capacidad de atención hospitalaria y que se tengan que tomar decisiones sobre quién recibe atención y quién no, es necesario que todos pongamos de nuestra parte.
Hay que estar conscientes de que cada país tiene una situación muy particular; y especialmente en México la desigualdad empieza a ser más notoria conforme avanza esta crisis. No toda la gente puede adoptar las mismas medidas de prevención y por ello, es importante reflexionar sobre nuestras acciones y egoísmos para ser más prudentes y empáticos. Debemos estar más conscientes de que estamos caminando a oscuras y de que la información que compartimos tiene consecuencias importantes. Los llamados “covidiotas” que propagan el pánico o minimizan la gravedad de la pandemia se alimentan en gran parte de esa información no gestionada que compartimos, en especial si esas notas las compartimos para reforzar nuestras posturas a favor o en contra de las autoridades. Quizás es momento de ser más crítico y divorciar sanamente a la política de la ciencia para fomentar más la comunicación de la ciencia a la sociedad.
Prevención
Como mencioné, un problema complejo no tiene una solución sencilla, pero sí se pueden atender varias de sus raíces o complicaciones. En este escrito no pretendo dar con una solución a la pandemia del COVID-19 pero sí quisiera que aquellos que lograron llegar hasta aquí consideraran aplicar el triple filtro socrático antes de compartir la información y preguntarse:
- ¿La información es verdadera?
- ¿La información es útil?
- ¿La información es buena?
Para ser críticos en cuanto al cumplimiento de estos filtros, recomiendo las siguientes pautas para la gestión de información antes de compartirla:
- Evaluación visual: las noticias falsas tienden a tener diseños deficientes y/o a emplear elementos gráficos alterados o de otras fuentes.
- Verifica la fuente de información: si no es un noticiero confiable, puedes revisar la autoría o bien la sección “sobre nosotros”.
- Lee más allá del título: registra el mensaje central buscando persuasión, enojo o acusaciones dudosas.
- Revisa la ortografía y redacción: algunos indicadores dudosos son el uso exagerado de mayúsculas, mala redacción o abuso de signos de admiración!!!
- Analiza las fuentes de información y busca artículos similares: especialmente un buen artículo científico debe tener sus referencias.
- Recurre a sitios de verificación de datos.
Buenas prácticas de higiene
Estamos pasando por momentos de angustia en este apocalipsis, pero lo cierto es que el mundo siempre se está acabando como lo conocemos y somos una especie de lento aprendizaje. A mediados de 1800 Ignaz Semmelweis “descubrió” que sólo con el lavado de manos se disminuía la morbilidad y mortalidad de la fiebre puerperal y apenas hace 10 años después de la epidemia de la influenza H1 N1 aprendimos a poner alcohol en gel en las taquerías; espero que después de este episodio aprendamos algo más significativo. Como humanidad brincamos de crisis en crisis, no es necesario ser fatalista pero tampoco hay que minimizar los hechos, el problema es que es muy fácil caer en cualquiera de esas dos posturas ante tanta incertidumbre. Por ello quisiera recomendar que también procuren desconectarse; sí es un tiempo de miedo y los líderes del mundo están dando mucho de qué hablar, pero, así como se lavan las manos de 20 a 60 segundos constantemente, también consideren tener prácticas de higiene mental: estarse bombardeando de información incierta, especulaciones y discusiones sólo aumentan el malestar. Procuremos ser más críticos y pacientes, la ciencia sigue avanzando a su paso para darnos las respuestas, vacunas y tratamientos que tanto nos urgen, confiemos en ella.
* Las opiniones vertidas en este artículo, pertenecen al autor y no al medio por el cual son transmitidas.