Hay algunos días en el calendario que tienen suficiente relevancia histórica como para ser recordados por siempre, pero pocos tienen el peso del 23 de abril. Para el mundo en general es el día de San Jorge y el Día del Libro, para el mundo literario es un poco más que sólo la conmemoración del beneficio tangible de la literatura. Ese día se conmemora el nacimiento de un tal Shakespeare, así como su muerte y la de Miguel de Cervantes.
El mismo día de 1849, en Rusia, hubo otro acontecimiento de no menor importancia: Fiodor Mijailovich Dostoievski (junto a otros) fue arrestado, encarcelado y condenado a muerte por el zar Nicolás I. El 22 de diciembre del mismo año, ya de frente al pelotón de fusilamiento, una carta en manos del mensajero del zar le condona la vida a cambio de cinco años de trabajos forzados en Omsk, Siberia.
Ya era un escritor famoso cuando lo aprehendieron, sin duda uno muy talentoso, pero podemos decir que su genio explotó con el confinamiento. Con mucho tiempo para pensar, Fiodor analizó a sus compañeros de sentencia, al personal militar que lo vigilaba, a quienes (por por diferencia de clases) lo hicieron su enemigo, y a quienes tuviera al alcance de su vista o su escucha. Dostoievski puso atención a lo que pasaba a su alrededor.
Sin duda alguna fueron tiempos muy difíciles para él, pero en su encierro encontró la razón para vivir. Entendió que el sufrimiento era parte de la vida y creyó que para él sería la entrada al Cielo cuando muriera. Leyó La Biblia entre barrotes e inmundicia, y definió las bases de los principales personajes de las grandes novelas que escribió cuando recuperó su libertad (Crimen y Castigo, Los Hermanos Karamazov, El Idiota, El Jugador, entre otras).
En lugar de luchar por sobrevivir, la mente del mejor novelista comprendió al ser humano y lo desmenuzó lo suficiente como para alimentar a la naciente psicología. Bien dijo Nietzsche que Fiodor fue el único psicólogo del que aprendió algo; por su parte, Freud hizo un estudio (Dostoievski y el Parricidio) enfocado en Los Hermanos Karamazov, obra favorita de Einstein.
Para quienes hemos leído a Dostoievski esto tiene mucho sentido. La forma en la que sufren sus personajes, el infierno que atraviesan por luchar contra la moralidad establecida por la sociedad, la libertad de elección de cada individuo y el beneficio personal por encima del colectivo; y todo se arremolina, como en cada uno de nosotros, y vivimos nuestros propios infiernos cuando sus ideas nos absorben y terminamos llenos de incómodas sensaciones ajenas. Un genio. Conoció bien al ser humano.
Estamos en medio de una pandemia, nueva para la humanidad. Como personas no sabemos enfrentarlas, pero como especie hemos visto cómo sí y cómo no hacerle frente. Hoy tenemos la ventaja de estar conectados a través de internet y las telecomunicaciones, que aunque no sea necesariamente bueno, al menos no estamos solos. Te invito lector a que no sufras, a que seas productivo y a que encuentres las pepitas de oro entre el flujo de lodo y tierra que nos arrastra. Fiodor no necesitó mucho para materializar sus aprendizajes en su
encierro, ¿qué necesitas tú para que esto suceda? ¿Tienes las herramientas? No lo sabremos hasta que lo experimentemos por completo. Estamos encerrados, pero no todo está perdido.
Artículo por: Jorge Torres