Explorador y escritor de literatura científica
Por Jorge Torrres
Verne fue un escritor magnífico, uno que decidió explorar el mundo y sus alrededores y que borró los límites de lo inimaginable. Su legado quedó impreso en más de 70 novelas y cuentos que relatan viajes y expediciones extraordinarias.
El caso de Verne fue el caso de muchos. Su padre se esforzó para que estudiara Derecho y logró matricularse. Al hacerlo se alejó de la herencia profesional familiar para dedicarse a la escritura, pero la pasó muy mal. Debido a que su padre le cortó el sustento económico. El poco dinero que ganó escribiendo para una revista lo usó para comprar libros y descuidó su salud. Pasó hambre y enfermó de gastritis; estos dolores lo acompañaron por el resto de su vida. Verne enfocó su vida a la obtención de conocimiento en un grado que pareciera enfermizo. Para él no fue la mejor decisión, pero a nosotros nos cayó de maravilla pues le alimentó la imaginación y la compartió con nosotros. Sensacional, ¿no?
Se dice que él no se sentía escritor de ciencia ficción, sino de literatura científica. Pretendió compartir su conocimiento a través de sus escritos y no trató de imaginar un mundo nuevo, aunque sin duda fue certero en sus predicciones (tal vez sin intención). Jules Verne no viajó sino hasta después de obtener fama y fortuna, lo que nos lleva a pensar que todas las imágenes que nos describe en sus relatos vinieron de los libros que detallaban las aventuras de exploradores reales. Fascinado por los hallazgos ajenos en tierras lejanas (todo lo que no fuera Europa continental) se esmeró en llevar su mente a aquellos lugares y a plantearse aventuras maravillosas con una atención al detalle como pocos.
Personalmente supe de Verne por la caricatura de “La vuelta al mundo en 80 días” en la que animaron las historias del viaje. De niño no mostré mucho interés, pero cuando empecé a leer su nombre estuvo presente todo el tiempo. Cuando me hice de mi libro electrónico fueron los títulos de Verne los primeros que subí. En físico son grandes y estorbosos para quienes disfrutamos la lectura en espacios públicos, pero con la comodidad de la tecnología fue más sencillo llevarlo conmigo. No recuerdo qué fue lo primero que leí de él, pero cuando empecé me costó trabajo detenerme. Si no mal recuerdo leí cinco o seis, uno tras otro. Tuve que forzarme a dejar de leerlo porque estuve atrapado en sus relatos. Soñaba con el Nautilus y con las tribus africanas; con los seres de las cavernas en el volcán y con el olor del azufre; soñaba con volar, con bucear y con estar en el espacio; soñaba mucho entonces. Al aferrarse a su vocación y dejar atrás su profesión, me dio ánimos para no dejar de perseguir la escritura. Sólo hace falta saber un poco de su historia y de su vida para saber que no le fue fácil llegar a donde llegó, ni fue sencillo mantenerse ahí y en definitiva fue muy complicado escribir, pero lo supo hacer bien y gracias a su vasto conocimiento nos dio aventuras muy robustas en contenido y en emociones.
Me gusta mucho su estilo y su atención al detalle es inspirador, pero lo mejor que tomé de él fue el de perseguir los sueños: el que supiera qué era lo que quería hacer y lograrlo a pesar de los obstáculos. Francia estaba en ruinas en su época y su vida personal era un caos; se enamoró de su prima a los 12, su padre le quitó la ayuda económica por completo, su estómago lo hizo pedazos por dentro y su sobrino le disparó en la pierna; y a pesar de todo se mantuvo en su camino, o en el nuestro, porque esta clase de escritores no son dueños de sí, sino de la humanidad.
En esta época de estar encerrados la amplitud de la imaginación y la mente es lo que puede salvarnos. ¿Quién dice que no podemos viajar sin salir de casa? ¡Claro que se puede!
Toma cualquier libro de Verne y empieza la travesía. Sumérgete con el Nautilus y escucha alcapitán Nemo, sube a la canasta del globo con el Dr. Ferguson, o baja con Axel hasta las raíces de un volcán; la imaginación es es límite.
Cuando hablamos de ciencia ficción generalmente pensamos en naves espaciales, seres extraterrenales y tecnología llena de luces, chispas y sonidos ajenos a nuestra realidad. Pero en los 1800 la ciencia ficción se veía como nuestro día a día actual: televisores, radios, teléfonos, viajar al espacio, submarinos eléctricos, armas eléctricas y hasta el internet.
Para nosotros es común y corriente, sin embargo, en aquellos años un escritor francés lo imaginó todo antes de que sucediera, y nos compartió su imaginación en sus historias y nos hizo viajar con él hasta el fondo del mar, nos llevó a la luna, nos paseó en globo y vimos las entrañas de un volcán; todo se lo debemos a la pluma de Jules Verne.