¿Podrías resumir estas 128 páginas del fallo para mí? escribe un estudiante de derecho en ChatGPT, mientras su profesor tradicional espera un análisis profundo que sabe que su alumno difícilmente podrá procesar por completo. No se trata de pereza, sino de un choque frontal entre dos mundos: la profundidad centenaria del derecho y una generación con un tiempo de atención de apenas 8 segundos.
Bienvenidos al dilema de los nuevos abogados de la Generación Z, quienes no conocieron un mundo sin Google y para quienes TikTok es una extensión natural de su realidad. Son la primera generación de juristas que enfrentan una doble amenaza: su propia impaciencia digital y la sombra de la inteligencia artificial, que promete volver obsoleta gran parte de su futura profesión.
Microsoft reveló que su tiempo de atención se ha reducido a 8,25 segundos, menos que el de un pez dorado. ¿Cómo podemos esperar que estos nuevos juristas digieran tratados completos de derecho constitucional si están acostumbrados a videos de 15 segundos? El problema no es su inteligencia, sino su operación mental completamente transformada por la era digital.
«Llevas leyendo un fallo durante cinco páginas y, de repente, te das cuenta de que tu mente ha estado en otro lugar durante minutos», confiesa un estudiante de último año de derecho. «Tienes que empezar de nuevo, y es frustrante porque sabes que es importante, pero tu cerebro parece programado para buscar constantemente la próxima distracción». Mientras tanto, la IA amenaza con automatizar el 40 % de los empleos según el FMI, comenzando precisamente por las tareas tradicionalmente asignadas a los abogados junior.
La ironía es brutal: la misma generación que depende de la IA para sobrevivir en la facultad de derecho podría ver cómo esta elimina sus primeros años de carrera profesional. Los «agentes de IA» ya prometen realizar investigaciones legales las 24 horas del día, sin distracciones, sin TikTok, sin la necesidad humana de un resumen ejecutivo.
Pero tal vez estamos viendo todo al revés. Quizás esta generación no está en desventaja, sino que está evolucionando para el tipo de derecho que se avecina. En un mundo donde la IA puede analizar miles de casos en segundos, ¿no necesitaremos abogados capaces de procesar información rápidamente, saltar entre conceptos y adaptarse a cambios constantes?
La verdadera pregunta no es si estos nuevos abogados pueden leer 128 páginas de un fallo, sino si realmente lo necesitan. En un futuro donde la IA manejará la investigación pesada, el valor de un abogado radicará en su capacidad para sintetizar, conectar y humanizar el derecho. Curiosamente, estas son las mismas habilidades que la Generación Z ha desarrollado navegando el caos informativo de sus redes sociales.
«No leemos menos, leemos de forma diferente», argumenta un recién graduado. «Podemos encontrar información clave en segundos, conectar conceptos de diferentes fuentes y adaptarnos a nuevas plataformas más rápido que cualquier generación anterior». Es cierto: su cerebro está diseñado para la era de la información, no para la era de la biblioteca.
El verdadero reto para las facultades de derecho no es obligar a esta generación a volver a métodos de aprendizaje antiguos, sino preparar al derecho para avanzar hacia sus nuevos métodos. La práctica legal está cambiando más rápido que nunca, y tal vez necesitemos abogados capaces de cambiar con ella.
Los veteranos pueden burlarse de su aparente falta de profundidad, pero esta generación tiene algo que ninguna otra tuvo: la capacidad de navegar y sintetizar enormes cantidades de información en tiempo real. En un mundo legal cada vez más complejo y acelerado, ¿no es esa exactamente la habilidad que necesitamos?
La Generación Z no será la última en ejercer el derecho, pero podría ser la primera en practicarlo verdaderamente en sintonía con su época. Su aparente déficit de atención podría ser, en realidad, una forma evolucionada de procesamiento de información, perfectamente adaptada para un futuro en el que la IA manejará los detalles y los humanos deberán enfocarse en el panorama general.
Sin embargo, esta generación de futuros abogados no es ciega a los riesgos. Un preocupante 62 % teme que la IA reemplace sus trabajos en la próxima década, según un informe de General Assembly. Y no es un temor infundado cuando se observan robots legales analizando contratos a velocidad sobrehumana.
Las preocupaciones van más allá del desplazamiento laboral. Casi la mitad de estos jóvenes profesionales –48 % para ser exactos– cuestiona la precisión de la IA, mientras que un 38 % teme los sesgos que podrían infiltrarse en sus decisiones legales a través de sistemas supuestamente «neutrales».
«La IA puede ayudarnos a procesar información más rápido, pero ¿a qué costo?», reflexiona un pasante de primer año. «Me preocupa que estemos perdiendo la capacidad de pensar críticamente por nosotros mismos». No están solos: existe un temor creciente de que la dependencia excesiva de la tecnología erosione las habilidades fundamentales del razonamiento legal.

El futuro del derecho no pertenecerá a quienes puedan memorizar más artículos, ni a quienes simplemente sepan pedir mejores resúmenes a ChatGPT. Será de quienes encuentren el equilibrio entre la eficiencia tecnológica y el juicio humano. Y en este aspecto, la Generación Z tiene una ventaja única: son la primera generación que entiende instintivamente tanto las promesas como los peligros de esta nueva era.
La pregunta ahora es mucho más profunda y urgente: ¿Estamos haciendo lo correcto al mantener programas de educación legal diseñados hace tres décadas en un mundo que cambia semanalmente? Las facultades de derecho enfrentan un dilema ético fundamental.
Por un lado, permitir que los estudiantes dependan de ChatGPT para todo –desde resúmenes de fallos hasta análisis doctrinales– podría crear una generación de abogados sin la profundidad analítica necesaria para la profesión. Leer un fallo completo nunca será igual que depender de un resumen automatizado, por brillante que sea. La comprensión profunda que surge de enfrentarse a un texto legal complejo no puede replicarse con atajos digitales.
Pero, por otro lado, ¿qué sentido tiene prohibir en las aulas lo que ya es una realidad en los despachos de abogados? Mientras las facultades de derecho debaten si permitir el uso de la IA, los despachos invierten millones en estas tecnologías. ¿No estamos condenando a nuestros estudiantes a entrar al mundo real en desventaja?
Quizás la cuestión no sea permitir o prohibir la IA, sino reinventar la educación legal para esta nueva era. ¿Deberían las facultades de derecho incorporar nociones básicas de programación y comprensión de IA en su currículo? ¿Necesitamos clases sobre «prompt engineering» junto con derecho procesal? ¿O esto solo diluiría la esencia de la educación jurídica?
La respuesta probablemente no está en los extremos. Necesitamos un modelo educativo que combine lo mejor de ambos mundos: la profundidad analítica del derecho tradicional con las herramientas y habilidades que exige el siglo XXI. Un modelo que enseñe a los estudiantes no solo a usar la IA, sino a entender sus límites y peligros. Que los prepare no para competir con las máquinas, sino para trabajar junto a ellas de manera ética y efectiva.
El tiempo para este debate se está agotando. Mientras las instituciones educativas deliberan, la tecnología avanza implacablemente. La próxima generación de abogados merece una educación que los prepare no solo para sobrevivir en este nuevo mundo, sino para liderarlo. La pregunta ya no es si debemos cambiar, sino si podemos hacerlo lo suficientemente rápido.
Artículo por: Aldo Ricardo Rodríguez. – [Archivo digital] Recuperado de: https://mexicobusiness.news/professional-services/news/8-seconds-attention-when-tiktok-generation-met-ai-and-law?tag=professional-services
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